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Writer's pictureVeronica Rayas

Feb. 2 A Chair for the Baby Jesus: Celebrating the Incarnation


Sentar al Nino Jesus

There are Mexican- Americans who see February 2 on the calendar and worry “Oh no, I have to buy tamales because I got the baby Jesus in the Rosca de Reyes”. While this concern may be true, the tradition of Día de la Candelaria, goes much deeper than having one last Christmas tamalada, (tamale eating party). February 2 is the final celebration of the Christmas season. It is the official day to sentar el niño Dios (sit up the baby Jesus) and afterwards put away the baby Jesus figurine from your nativity because Jesus is no longer a newborn, but a child who has his presentation and can now sit up. This special tradition is called the “sentando el niño dios” (sitting up of the child Jesus).

The innocent, helpless baby who came into the world on Christmas Eve, who needed protection from Herod and was hidden in the Rosca the Reyes on January 6, who has been sleeping in our the homes the past month, has grown and is now old enough to sit up. So we celebrate that he is no longer in danger from Herod but that Jesus is growing older and now on the road to his life of ministry and sharing God’s love.

Traditionally, in the special ritual of sentando del niño dios, Jesus is given new clothes, very often simple white garments, and he is taken to the church with candles, and the two birds, (the temple offering of the poor in the scriptures). The baby is blessed and then brought home to sit him up in chair and afterwards there is a fiesta.


Celebrating the Incarnation

This cultural-faith ritual celebrated in La Familia is a profound tradition that hands on the belief in the incarnation of Jesus and the celebration of the light that came into the world.

The theme of the incarnation and the Christmas season highlights that God wanted to share life with us and wanted a close relationship with us, God wanted to become human and walk among us to show us firsthand the grandeur of God’s love. This amazing moment in salvation history highlights that Jesus came into the world as an innocent, helpless baby. This sweet, love-filled bundle of joy that has been present in our homes, invites us to reflect on this innocent child who wants to love us and share God’s love.

What makes this day so very special is that the Jesus figurine is symbolic of a baby Jesus who invites us into a relationship. This helps us better grasp that in the incarnation that Jesus was a baby, he was a human being who entered the world in such an innocent way.

As we have had that that precious symbol in our home for the past month, as we have walked by him, prayed with him, and talked to him, there is an urge to hold him, to appapchar him, sing him a lullaby, to cover him with a blanket and in the process ponder a loving God who becomes a human.



Holding the Baby Jesus can make us vulnerable

The most profound opportunity given to us in this symbol of the baby Jesus is that a baby opens us to be vulnerable. When a person holds a baby there is a freedom to let go and be vulnerable, to feel joy, to make silly noises or faces and naturally want to make the baby smile or laugh. Something happens in our hearts that opens us up to want to love and share that love more deeply. Perhaps it reminds us of our own children and how holding our child for the first time grew our capacity to love in ways that we could have never imagined. Maybe it is because we know babies are innocent and in that innocence they can only see us with eyes of love. In holding the baby Jesus, and letting the image look into our eyes we can feel the love of God more present in our hearts.


Día de la Candelaria is an opportunity to hold the child Jesus one last time this season and allow ourselves to be vulnerable. It is an invitation to let the baby Jesus look into our eyes and allow ourselves to be free to feel God's love without any limits. To allow ourselves be pampered by the grace of God and feel God’s love more present in our lives. To let God appapachar nos (give our soul a hug), and allow a communion of our soul in harmony with the Lord free of our own judgments.




Sentar al niño Jesús

Hay familias Mexicoamericanas que ven el 2 de febrero en el calendario y se preocupan al pensar “¡Ay no! Tengo que comprar tamales porque me salió el niño Dios en la Rosca de Reyes”. Si bien este pendiente puede ser verdad, la tradición del Día de la Candelaria va mucho mas allá de tener una ultima tamalada (una fiesta donde se comen tamales) de Navidad. El 2 de febrero es la celebración final de la temporada navideña. Es el día oficial de sentar al niño Dios y separar la figura del bebé Jesús del nacimiento porque Jesús ya no es un recién nacido sino un niño que ha tenido su presentación y ya puede sentarse. La tradición se conoce como sentar al niño Dios.

El inocente e indefenso bebé que vino al mundo en nochebuena, quien necesitaba protección de Herodes y fue escondido en la Rosca de Reyes el 6 de enero, quien ha dormido en nuestros hogares por el último mes, ha crecido y ahora puede sentarse. Así que celebramos que ya no está en peligro de Herodes, sino que ahora está en el camino de iniciar su vida de ministerio y de compartir el amor de Dios.

Tradicionalmente, en el ritual de sentar al niño Dios, a Jesús le es dada ropa nueva, comúnmente son vestiduras blancas y es llevado a la iglesia acompañado de velas y dos aves (la ofrenda al templo por parte de los pobres en las escrituras). Es entonces bendecido y llevado a casa de nuevo donde es sentado en una silla y después se ofrece una fiesta.

Tradicionalmente, en el ritual de sentar al niño Dios, a Jesús le es dada ropa nueva, comúnmente son vestiduras blancas y es llevado a la iglesia acompañado de velas y dos aves (la ofrenda al templo por parte de los pobres en las escrituras). Es entonces bendecido y llevado a casa de nuevo donde es sentado en una silla y después se ofrece una fiesta.


Celebrando la Encarnación

Este ritual de fe cultural celebrado en La Familia es una profunda tradición que nos entrega la creencia en la encarnación de Jesús y la festividad de la luz que vino a nuestro mundo.

El tema de encarnación y la temporada navideña es el hecho de que Dios quiso compartir la vida y al mismo tiempo tener una relación cercana con nosotros. Dios quería convertirse en humano y caminar entre nosotros para enseñarnos de primera mano la grandeza del amor de Dios. Este asombroso momento en la historia de la salvación realza que Jesús vino al mundo como un inocente e indefenso bebé. Este dulce nene lleno de amor que se ha presentado en nuestros hogares invita a reflexionar en este niño tan puro que quiere amarnos y compartir el amor de Dios.

Lo que hace este día tan especial es que la figura de Jesús es simbólica de un niño Dios invitándonos a una relación. La figura nos hace entender mejor el hecho de que en la encarnación, Jesús era un recién nacido, un ser humano que entró al mundo en una forma tan inocente.


Cargar en brazos al niño Dios nos hace vulnerables

Pero creo que la mas profunda oportunidad que nos da este símbolo es el abrirnos a ser vulnerables. A sentir alegría. A hacer ruiditos o caras y tener la necesidad de hacer sonreír o reír al bebé. Algo pasa dentro de nuestros corazones que nos abre a querer amar y compartir ese amor mas profundamente. Podría ser que esto nos recuerda a nuestros propios hijos y cómo cargar a nuestros niños por primera vez aumentó nuestra capacidad para amar de maneras en las que no habríamos imaginado. Tal vez es porque sabemos que los recién nacidos son inocentes y en su inocencia solamente pueden vernos con ojos de amor. En el acto de cargar al niño Dios y dejar su imagen ver dentro de nosotros, podemos sentir el amor de Dios más presente en nuestros corazones.

El Día de la Candelaria es una oportunidad para cargar al bebé Jesús una última vez esta temporada y dejarnos ser vulnerables. Es una invitación a dejar que el niño Dios nos vea y darnos permiso de ser libres para sentir de amor de Dios sin límites. Para dejarnos ser consentidos por la gracia de Dios y sentir su amor mas presente en nuestras vidas.

Dejar que Dios nos apapache (que abrace nuestras almas) y permitir una comunión de nuestra alma en armonía con el Señor libre de nuestras autocríticas. De esta manera, en este contacto alma con alma, podemos poner de lado todos los prejuicios que tenemos sobre nosotros y vernos en una manera vulnerable, sintiendo la inocencia del amor fraternal sin condición alguna.








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